Hace dos semanas, la unidad de operaciones del municipio de Limache descubrió la existencia de túneles subterráneos bajo la ciudad de Limache, ubicada al interior de la V Región. Hasta el momento se sabe que están dentro de los terrenos de la Hacienda Eastman y que al menos tienen 4 kilómetros de largo, pero aún hay más preguntas que respuestas respecto al sorprendente hallazgo. La tarea de determinar cuándo fueron edificados y con qué fin, recayó en el Centro de Estudios Patrimoniales (CEPA) de la Facultad de Artes Liberales de la UAI, formando una alianza entre la universidad y la Municipalidad de Limache con el fin de dar apoyo técnico orientado a la restauración de la casa Eastman y a su uso con fines culturales; y respecto al tema de los túneles que caen dentro la cobertura de la casa. Para estos efectos, un equipo multidisciplinario de investigadores del CEPA estarán durante cuatro meses conociendo en profundidad este patrimonio histórico, trabajando en conjunto con ingenieros en minas y arquitectos. Por parte de la UAI trabajarán el director del CEPA Fernando Guzmán, junto a los historiadores Paola Corti, Gonzalo Serrano, Fernando Wilson y Rodrigo Moreno, director del Centro de Estudios Americanos, también de la Facultad de Artes Liberales.
Hasta ahora se baraja la tesis de que fueron construidos entre 1850 y 1880. Al respecto, Fernando Guzmán comentó: «Antes de intervenir en los ductos hay que tener un conocimiento más profundo de este patrimonio y esto significa meterse en la historia de Limache, en la historia de la hacienda Eastman y de la gente que pasó por acá, para explicar por qué se construyeron».
Fernando Wilson, académico de la facultad y especialista en historia naval y militar, maneja dos teorías: la primera es que sirvieron para proteger un tubo de hierro que transportaba agua para regadío y la segunda es que fueron bodegas de armamento y canales de comunicación para la maestranza militar de Limache, pero admite que: «Hay que dejar que los archivos hablen. Se trata de una obra pública, extremadamente sofisticada, costosa y llevada a cabo con una calidad de obra superlativa. No es simplemente un túnel anecdótico que apareció de repente». Además agrega: «El tema de los túneles es un elemento de atracción por todo el tema del misterio, pero esto tiene un compromiso mucho más importante respecto a la casa Eastman y a la puesta en valor de patrimonio. Es un municipio pobre que no tiene grandes recursos y apuesta por el patrimonio y gasta mucho en adquirir esta casa en contraposición con intereses comerciales que buscaban demolerla. Nos encontramos con la capacidad del CEPA y con un municipio que tiene la visión de instaurar su patrimonio en una historia local.».
Wilson relaciona la existencia de los túneles con Tomás Urmeneta, inversionista minero de la época entre 1840 y 1850, que realizó trabajos de urbanización y regadío que significaron inversiones gigantescas en la zona, que el estado no podría haber financiado por el costo: «Si es que corresponde a esos trabajos de regadío, estamos hablando de centeneras de millones de dólares en los estándares actuales». Aunque esta tesis aún está en el terreno de la especulación, el académico admite que la calidad de las obras de Urmeneta coinciden con la de los túneles. Además adelanta que: «Su extensión podría llegar hasta los 70 kilómetros; se trata de una obra mayor que probablemente venía desde Calera».
Finalmente, el académico Gonzalo Serrano quiso destacar la importancia de cultivar la conciencia histórica: «Es increíble que una construcción de grandes dimensiones haya pasado al olvido. Esto ocurre porque no hay una historia al respecto. Es sorprendente que en 150 años no se haya sabido nada. La labor de nosotros es recrear y desarrollar una historia local».